miércoles, 4 de noviembre de 2009

BOLIVIA MUESTRA SU RIQUEZA CULTURAL EN LOS MUSEOS DE BUENOS AIRES, ARGENTINA

Cántaros, lebrillos y tazones de arcilla pintada con motivos geométricos y de animales en vivos rojos, naranjas, blancos, negros, marrones y grises; integran el vasto repertorio que el público argentino observó en el Museo Nacional de Bellas Artes. Así como kerus (otro elemento ritual), wakos (retratos) y pequeñas fuentes antropomorfas o con diseños de reptiles, felinos y pájaros.
Durante el proceso de excavación, los investigadores descubrieron el altar ceremonial donde estaba el bolsón relleno con cerámicas quebradas y huesos de animales sacrificados en ofrendas a los Dioses, muchas de esas piezas inéditas en la literatura arqueológica boliviana en particular y andina en general.


La muestra "Arte en el río Titikaka" reúne piezas de cerámica hasta ahora desconocidas de la cultura indígena Tiwanaku (300-1250 d. de C) que dejan por primera vez Bolivia para ser expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Recientemente descubiertas en la isla de Pariti, las piezas que se exponen en el edificio de Libertador 1473 hasta el 15 de noviembre muestran una faceta hasta hoy ignorada, "por su complejidad y exquisitez", de esa importante cultura del altiplano boliviano, que marcó por un milenio el ritmo de la civilización en los Andes del sur.

BOLIVIA ANTES DE SER BOLIVIA.- Aristocrático es un término que remite a príncipes y tiranías. Arte en el lago Titikaka: la cerámica de la isla de Pariti, la muestra que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, reúne una treintena de objetos de cerámica rota que expresa la aristocracia del espíritu y no la de una improbable sangre azul. Este pueblo creía en la dualidad –se ve en los pares de piezas–, en el respeto a los animales, en la pregnancia en su vida cotidiana de la Belleza.
Suecos y bolivianos. En agosto de 2004, un grupo de arqueólogos bolivianos y finlandeses, liderado por Jédu Sagárnaga y Antti Korpisaari, recuperaron una oquedad de 170 cm de profundidad que contenía casi 300 kilos de fragmentos cerámicos y restos óseos, que trasladaron a La Paz para su limpieza, restauración y análisis. Se tuvieron que enfrentar a un rompecabezas increíble de pequeñas piezas arqueológicas.¿Por qué rompían objetos tan bellos y útiles?, puede preguntarse el observador de estas obras. En realidad, la ruptura era parte de un rito funerario de la cultura altiplánica de Tiwanaku. La isla de Pariti tiene menos de 4 km2 del lago Huiñaymarka, conocido como la porción meridional del lago Titicaca. Por muchos siglos, hasta el advenimiento de la reforma agraria, la isla y regiones aledañas fueron grandes feudos de las familias más acaudaladas de La Paz durante el período colonial y las excavaciones y descubrimientos recién fueron autorizados en 1932 por el entonces presidente Salamanca.
Este grupo sueco-boliviano se topó con una ofrenda ceremonial, es decir un cúmulo de objetos rituales que en determinadas fechas eran quebrados ex profeso y luego arrojados a un hueco en medio de una ceremonia dedicada a algún dios o diosa tutelar. Son todas piezas finamente acabadas y realizadas por unas manos extraordinariamente expertas.
Puede parecer un sacrificio romper las piezas cuando han cumplido su función: a nuestros ojos occidentales escapa –salvo como curiosidad o moda– la utilidad sagrada, de la que hablaba Georges Bataille. Para nuestros antecesores, era vital la desaparición de la belleza para su recuerdo. Y volver a empezar.Puntos de percusión. La mayoría de las piezas –vasijas, vasos, escudillas o lebrillos pequeños, tazones, una máscara que refleja la fiereza de nuestros pueblos originarios– muestra puntos de percusión, es decir, puntos desde los cuales se quebraron: eso significaría que un objeto lítico o metálico puntiagudo era colocado sobre la pieza y luego golpeado
con un pesado percutor del mismo material. También podrían haber sido arrojados al suelo con la fuerza de la ruptura.
Serguramente, ellos no se imaginarían que mil años después un grupo de hombres se tomaría el trabajo de recogerlos y encajarlos nuevamente con exactitud precisa, reproduciendo idéntica belleza. Luego, los trocitos fueron llevados por algún funcionario especializado hasta el sitio del entierro, donde introducían algunos otros recipientes llenos de chicha y de tubérculos, granos, carnes, quizás para que “el alma” del objeto o del muerto subsistiera en la eternidad.
Esta cerámica votiva, como se debe llamarla, fue muy común en el universo andino, en la cultura wari, contemporánea a la de Tiwanaku. No se sabe con exactitud si todas estas piezas fueron hechas exclusivamente en Pariti o venían también de lugares remotos como Cichabamaba, Atacama (Bolivia), Arica.
Cosmovisión dual. Un aspecto que llama la atención es el hallazgo de vasijas pares, lo cual estaría reflejando la cosmovisión de la pareja que tenían allí durante el periodo del Horizonte Medio.
Es importante notar que varias de las piezas encontradas presentan en la base una marca de fabricación incisa: como una rúbrica que, sin embargo, tal vez no esté reflejando una marca individual sino la de un taller de terminado y de una región. Pero éstos son misterios a develar.
Otra paradoja es que estos objetos tan refinados corresponden a una época de supuesto decaimiento de la cultura Tiwanaku. Algunos arqueólogos apuestan por la teoría de que no estaban destinados al uso masivo pues el resto de la población, calculada en un millón de habitantes, debía conformarse con una cerámica más tosca y que bien podía importarse desde el Altiplano Norte. Obviamente, los Señores de Tiwanaku estaban acompañados por sacerdotes y funcionarios de distintos rangos que se ocupaban de estos eventos sobrecogedores. Allí están, unas treinta piezas únicas nunca vistas en la Argentina y que resultan un remanso ante el estrés urbano.
(Critica Digital de Argentina)





Tiwanaku fue uno de los centros ideológicos de mayor relevancia entre los años 300 y 1250, y en su centro ceremonial se construyeron grandes templos y estructuras como la pirámide de Akapana y el templo de Kalasasaya.

UNA NUEVA CARA DE LA CULTURA TIWANAKU EN EL MUSEO BELLAS ARTES

Se trata de la muestra "Arte en el río Titikaka”, que reúne piezas de cerámica hasta ahora desconocidas de esa cultura indígena (300-1250 d. de C) que dejan por primera vez Bolivia para ser expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Telam de Argentina (www.telam.com.ar)

Recientemente descubiertas en la isla de Pariti, las piezas que se exponen en el edificio de Libertador 1473 hasta el 15 de noviembre muestran una faceta hasta hoy ignorada, "por su complejidad y exquisitez", de esa importante cultura del altiplano boliviano, que marcó por un milenio el ritmo de la civilización en los Andes del sur.
Tiwanaku fue uno de los centros ideológicos de mayor relevancia entre los años 300 y 1250, y en su centro ceremonial se construyeron grandes templos y estructuras como la pirámide de Akapana y el templo de Kalasasaya. "Este hallazgo sorprendió mucho porque reunió imágenes y cerámicas nunca antes vistas, sobre todo por la calidad y el refinamiento de su iconografía", explicó a Télam Alvaro Seda Reyda, consejero de la Embajada de Bolivia, responsable de traer la muestra al país.
"Todas las vasijas y estatuillas están reconstruidas, pegadas: fueron rescatadas de lo que funcionó como santuario en los periodos clásico y tardío.
Sacerdotes y devotos realizaban sacrificios y ofrendas a los dioses en esas pequeñas vasijas que quebraban durante la ceremonia", asegura Seda Reyda. Muchas de las cerámicas, algunas de más de un milenio de antigüedad, son instrumentos ceremoniales como ch`alladores -el recipiente donde se deposita la ofrenda- y sahumadores, cuencos que serví
an para ahumar perfumes y purificar el ambiente.
A Buenos Aires llegaron las mejores 30 piezas de las más de 300 que fueron halladas por arqueólogos bolivianos y fineses, en agosto de 2004, en el sitio arqueológico de Pariti, al sudeste del Lago Titikaka.
Cántaros, lebrillos y tazones de arcilla pintada con motivos geométricos y de animales en vivos rojos, naranjas, blancos, negros, marrones y grises; integran el vasto repertorio que desde el miércoles 4 el público podrá ver en el Museo Nacional de Bellas Artes. Así como kerus (otro elemento ritual), wakos (retratos) y pequeñas fuentes antropomorfas o con diseños de reptiles, felinos y pájaros.
Durante el proceso de excavación, los investigadores descubrieron el altar ceremonial donde estaba el bolsón relleno con cerámicas quebradas y huesos de animales sacrificados en ofrendas a los Dioses, "muchas de esas piezas inéditas en la literatura arqueológica boliviana en particular y andina en general", aclara Seda Reyda. Se trata de un repertorio morfológico prácticamente nuevo, dotado de una exquisita decoración plástica, pintada e incisa que demuestra la pericia técnica, destreza y el elaborado conocimiento estético de los alfareros tiwanakotas.
Los vasos que representan seres míticos, hombres, mujeres y animales "evidencian el alto nivel de elaboración simbólica y la complejidad étnica y geográfica que articulaba ese pueblo originario, surgido en el corazón del altiplano a orillas del Titikaka", subraya el consejero.
Ese lago tuvo una destacada posición en el contexto sacro panandino: la tradición oral de los Andes da cuenta del Dios Wirakocha que emergió de sus aguas para crear los planos terrenal (Akapacha), celestial (Alajpacha) y subterráneo (Mancapacha) y, una vez creado el universo, talló en piedra al hombre y la mujer para darles vida.
Las islas del Titikaka también fueron consagradas y vinculadas al culto de las deidades andinas por otras importantes culturas, como la Chiripa, que se desarrollaron en ese entorno. Su ideología estuvo centrada en la relación con la naturaleza y su culto vinculado a la Pachamama (madre tierra): las montañas (apus), el sol, la luna, los animales y las plantas, con ceremonias rituales que perviven en la tradición de numerosos pueblos. En este sentido, "la embajada de mi país se complace en presentar la exposición de Pariti, por primera vez, fuera de territorio boliviano", subrayó el consejero boliviano.